Era una mujer. Trabajaba, hacía las compras, estaba casada. Sin hijos. No era feliz, pero no importaba. Cumplía el mandato. Era la hija del sistema. Obedecía. De vez en cuando pensaba, pero mejor era evitarlo.
Ahora sigue siendo una mujer. Nada que hacer. Ningún lugar donde ir. No hay nadie a quien obedecer. No hay algo en que pensar. ¿Entonces? Quizá todo terminó. Quizá esto es la muerte… es probable que ésta sea su sospecha. O quizas se trate de su libertad, y no se da cuenta.