Despertó a la mañana, moviéndose lentamente en la cama, sin poder abrir bien los ojos. La sensación de bienestar duro una milésima de segundo, de repente, todas las imágenes de la noche anterior se agolparon en su cabeza, anestesiándola. Inmóvil, trato de entender qué había salido mal. Su mano tanteó la cama, y la frialdad que le devolvió el otro lado terminó de golpearla. No se movió más. Trataba de mantener la memoria de los muebles intacta, temía que si cambiaba de posición, esa perspectiva se perdiera y la realidad volviera a golpearla. Se quedó así unos minutos, hasta que la luz del sol le inundó la cara. Quebrado ese angustiante equilibrio, se levantó y se dirigió a la cocina. Echó un vistazo. Todo estaba como la noche anterior: las sillas, los vasos vacíos, los fósforos. Camino al living, los huecos la volvieron a golpear. Sintió algo que afloraba por sus ojos, sin poder contenerlo, terminó de recorrer la casa mientras las lágrimas caían solas, sin gemidos, sin estertores. Volvió al cuarto, se acostó y siguió llorando en posición fetal.
2 comentarios:
Bueno che...despues del llanto...que hizo?
que paso a la tarde? por ahi es bello como esto pero mas feliz...
Arribaaaa!!!!
Beso
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