23.7.07




Teresa se despertó y comprobó que estaba sola en la casa.

Salió a la calle y fue andando hasta el río. Quería ver el Vtlava. Quería detenerse junto a la orilla y mirar largamente las olas, porque la visión de fluir del agua tranquiliza y cura. El río fluye de una edad a otra y las historias de la gente trascurren en la orilla. Trascurren para ser olvidadas mañana y para que el río siga fluyendo.

Se apoyó en la barandilla y miró hacia abajo. Estaba en la periferia de Praga, el Vtlava había atravesado ya la ciudad, era como una actriz después de la representación, cansada y pensativa. Fluía entre dos orillas sucias que lindaban con alambradas y muros, tras los cuales había fábricas y campos de juegos abandonados.


La insoportable levedad del ser
M. Kundera

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