3.6.08

Deseos de ser otra... o no.

Entró al bar con él. No de la mano, no debían verse ni sentirse juntos. Ella sólo quería pasar un rato con él, el solo quería tomarse un destornillador para bajar la última raya que había aspirado.
Era un bar stripper, con hermosas mozas jóvenes atendiendo en ropa interior.
Lady, la única clienta en el bar, observó las demás mesas: estaban ocupadas con hombres de las mas diversas ocupaciones: trajes, camperas de cuero, camisas escocesas... Día de semana, las diez de la noche, y lo único que estaba por explotar era la curiosidad de Lady.
Se miró desde afuera: sus pantalones anchos y el vestido ceñido le parecieron metros y metros de tela comparado con las minúsculas bikinis de las camareras. Volvió la mirada hacia su compañero de mesa: él estaba ausente, aferrado al trago largo y naranja. Ella había pedido lo mismo, miró su vaso y sonrió.
Empezaba un show: ella aprovechó para atraer la mirada de su amigo y se levantó para ir al baño. El no la registró. Estaba absorto en los cuerpos ondulantes que pasaban a su lado. Instantáneamente, las miradas de las otras mesas dejaron de prestarle atención a la mujer del show, y se tornaron hacia Lady. Se fijaron en la extrañeza de una mujer con ropa en ese recinto, y de repente, se convirtió en el objeto más deseable del lugar. Se transformó en LO extraño, en LO erótico. Mientras caminaba hacia el baño, podía sentir las miradas clavadas en su espalda, en sus piernas, en su cabello.
Entró al baño y se miro en el espejo. Estudió su cuerpo como si no fuera de ella. Examinó su cara, su pelo, sus ojos, como si debiera decidir la compra del combo que la conformaba. Se miro durante varios minutos. Deseó sacarse la ropa. Deseó sacarse esos metros y metros de tela, deseaba histéricamente ser la única mujer del bar, la única mujer del mundo, para él. Deseó que su cuerpo fuera igual al de otras mujeres, para que él la mire como a las demás. Odió, amó y entendió a la Teresa de Kundera. Se abrochó el vestido, se lavó la cara y volvió a la mesa. Su compañero seguía con la vista clavada hacia el frente. Sin girar la cabeza, le preguntó en un murmullo si estaba todo bien. Lady asintió, y mató de tres sorbos lo que le quedaba de vodka.

Una hora después, salieron. Lady volvió a su casa, sola, con la cabeza implosionando a cada imagen que se le aparecía. Entro a su casa y se dirigió inmediatamente al baño. Encendió la luz y se miró. Era la misma. El mismo vestido, el mismo cabello.

Sólo sus ojos miraban diferente.

3 comentarios:

Ajenjo dijo...

Bellísimo texto.
Los ojos siempre miran diferente.

beso
A

Anónimo dijo...

Opa...que bueno...que imagenes tienen esas palabras.

Gracias por el link, es muy lindo eso.

Pero sobre todo gracias por volver a la humilde blogosfera que componemos, Lady... despues de tanto tiempo

Salud por sus palabras nuevas.

El capitan

JuliánFayolle dijo...

Esta es la segunda vez que caigo en este blog de casualidad (bah, vengo de lo de Pablo) y por segunda vez me gustó. Es justo que esta vez te lo diga.
Tiene ese perfume raro que tanto me gusta.